Este dramático cuadro muestra al joven David sosteniendo la cabeza cortada del gigante Goliat. El tenebrismo característico de Caravaggio confiere a la escena una escalofriante inmediatez. La tensión psicológica en la expresión de David, equilibrada con el macabro realismo del rostro sin vida de Goliat, pone de manifiesto la incomparable capacidad del artista para captar la emoción y la narrativa en un solo fotograma.
Aunque éste es el único cuadro confirmado de Caravaggio en la colección permanente del Prado, el museo también alberga obras de otros artistas profundamente influidos por su estilo, conocidos como los Caravaggisti, como José de Ribera y Orazio Gentileschi.